El 21 de octubre de 1943 marcó un antes y un después en la historia del Club Deportivo Guadalajara y del fútbol mexicano. Ese día, en el emblemático Parque Asturias de la Ciudad de México, el Rebaño Sagrado disputó su primer partido oficial en la recién fundada Liga Profesional. Frente al poderoso Atlante, los rojiblancos vivieron un debut lleno de emociones, aprendizajes y un resultado que, aunque adverso, encendió la pasión y el orgullo de una afición que desde entonces se identificó con un grito que trasciende generaciones: “¡Soy chiva y qué!”.
Un Debut en la Era Profesional: Contexto y Expectativas
La transición del fútbol mexicano de la época amateur a la profesional fue un proceso lleno de retos y esperanzas. En 1943, diez equipos de distintas regiones del país se unieron para formar la Liga Mayor, dando inicio a una nueva era que prometía elevar el nivel competitivo y la organización del balompié nacional. Entre esos equipos fundadores estaba el Club Deportivo Guadalajara, representante orgulloso del fútbol tapatío y heredero de una rica tradición.
El Parque Asturias, construido en 1918 y ubicado en la colonia Cuauhtémoc, fue el escenario elegido para que el Guadalajara enfrentara al Atlante, uno de los clubes más consolidados de la capital. La expectación era enorme. El estadio, con capacidad para más de 20,000 espectadores, se llenó hasta el tope, y la emoción se palpaba en el aire. Los aficionados que viajaron desde Guadalajara y los capitalinos que seguían el fútbol con fervor se dieron cita para presenciar un partido que marcaría el inicio del profesionalismo.
El partido terminó con una derrota para el Guadalajara por 4-1, un resultado que pudo ser más abultado si no fuera por la entrega y el orgullo con que los rojiblancos defendieron sus colores. El único gol del Rebaño fue anotado por Pablo González, quien se convirtió en el primer goleador profesional del club, dejando una marca imborrable en la historia.
Desde el inicio, el Atlante mostró su experiencia y contundencia. Con un juego rápido y efectivo, lograron abrir el marcador y controlar el ritmo del partido. Sin embargo, Guadalajara no se rindió. Pablo González, con su olfato goleador, logró perforar la portería rival, despertando la esperanza entre los seguidores rojiblancos. A pesar de la derrota, el equipo mostró destellos de talento y coraje que serían la base para construir futuras glorias.
Aunque el debut profesional fue duro, el Guadalajara comenzó a cimentar las bases de lo que sería su grandeza en las décadas siguientes. La Liga Mayor de 1943-44 fue solo el primer capítulo de una historia que llevaría al club a convertirse en uno de los más laureados y queridos de México.
En esa primera década de profesionalismo, el equipo no logró títulos ni figuró en los primeros lugares de la tabla, pero el amor a la camiseta nunca se perdió. La afición siguió fiel, llenando estadios y transmitiendo a sus hijos la pasión por el Rebaño Sagrado.
El Legado del Debut Profesional
El debut en el Parque Asturias no solo fue un partido de fútbol; fue un evento cultural que unió a miles de personas en torno a un símbolo de identidad. El Guadalajara representaba al pueblo, a las familias trabajadoras de Jalisco, a los niños que soñaban con ser futbolistas y a los adultos que encontraban en el equipo un motivo para celebrar y soñar.
Aunque el Guadalajara no comenzó su era profesional con títulos, la semilla estaba plantada. Décadas después, con el famoso Campeonísimo de los años 60, el club alcanzaría la cima del fútbol mexicano, conquistando campeonatos y corazones. Pero todo empezó aquel 21 de octubre de 1943, en un Parque Asturias lleno de sueños y esperanza.
El Primer Paso de una Leyenda en el Profesionalismo
El 21 de octubre de 1943, el Club Deportivo Guadalajara dio su primer paso en la era profesional con una derrota, pero también con la certeza de que el camino sería largo y lleno de gloria. Pablo González y sus compañeros dejaron una huella imborrable, demostrando que ser chiva es mucho más que ganar: es luchar con el corazón, es representar a un pueblo y es gritar al mundo “¡Soy chiva y qué!” con la frente en alto.