La casa del Guadalajara en la época amateur: de los campos al primer estadio




Las Chivas es un equipo que nació del pueblo y de la inquietud de los jóvenes que descubren un nuevo deporte, no nació con un estadio, sino que su casa fue creciendo confirme iba creciendo el equipo.

La grandeza se construyó en campos improvisados, canchas prestadas y terrenos que hoy son calles transitadas todo esto en la época amateur del fútbol tapatio.

Los Primeros Campos: Fútbol entre Revoluciones y Sarapes

En 1906, cuando el Guadalajara se fundó como Union Football Club, el concepto de "estadio" era inexistente. Los partidos se disputaban en terrenos baldíos de la colonia Moderna, donde hoy se alzan edificios y avenidas. Estos espacios, rodeados de mezquites y polvo, eran el escenario de los primeros clásicos contra el Atlético Occidental. Los jugadores marcaban las porterías con piedras, y las líneas del campo se trazaban con cal, mientras los aficionados  observaban desde mantas tendidas en el suelo.

El primer campo formal fue el Campo de las Bases Chicas, donado en 1908 por Sabino Orozco, tío de los fundadores Rafael y Gregorio Orozco. Ubicado en lo que hoy son las calles Vallarta, Pedro Moreno y López Cotilla, este terreno no solo albergó partidos de fútbol, sino también juegos de béisbol, deporte que entonces compartía protagonismo con el balompié. Aquí, las Chivas ganaron sus primeros tres títulos de la Liga de Occidente (1908-1910), mientras las familias de la colonia Reforma coreaban «¡Arriba las Chivas!» desde sillas plegables.




La Revolución y el Peregrinar de los Campos

Con el estallido de la Revolución Mexicana (1910-1920), el fútbol tapatío enfrentó su primera gran crisis. Los campos se convirtieron en trincheras, y los jugadores debían esquivar balas para llegar a los partidos. En 1912, el Guadalajara encontró refugio en los terrenos traseros de la Cervecería La Perla, ubicada cerca del Parque Morelos. Los dueños de la fábrica, los hermanos Snaider, permitieron al equipo usar el espacio a cambio de promocionar sus productos.

Pero la violencia no dio tregua. Entre 1914 y 1916, las Chivas fueron nómadas: jugaron en el Country Club (hoy zona residencial), en los llanos de Agua Azul e incluso junto a la Capilla de Jesús. Un relato de la época cuenta que, durante un partido en El Algodonal, los jugadores tuvieron que interrumpir el juego al escuchar los disparos de las tropas villistas. La liga se suspendió temporalmente, pero el espíritu del Rebaño nunca se apagó.

El Campo del Paradero (1923-1930)

En 1923, El Paradero veía jugar a las Chivas. Ubicado en la Avenida Federalismo, este terreno tenía gradas de madera para 500 personas y una caseta de vestidores improvisada. Aquí, las Chivas vivieron épocas doradas: ganaron cuatro campeonatos consecutivos (1922-1925) y forjaron leyendas como Anastasio "Tacho" Prieto, cuyo tiro desde media cancha hacía vibrar a las lavanderas que observaban desde los tendederos cercanos.

El Paradero no era lujoso: cuando llovía, el campo se convertía en un lodazal, y los jugadores debían saltar charcos para evitar lesiones. Pero su magia residía en cómo congregaba al pueblo. Los domingos, los vendedores ambulantes ofrecían tamales y atole
.

Parque Oblatos: El Último Escenario Amateur (1930-1943)

En 1930, el fútbol tapatío dio un salto con la inauguración del Parque Oblatos, un recinto con capacidad para 10,000 personas y gradas de concreto. Aunque compartido con el Atlas y el Oro, este estadio marcó la transición del Guadalajara hacia la modernidad. Aquí, las Chivas disputaron sus últimos campeonatos amateurs, incluyendo el subcampeonato de 1937-38 frente al Nacional.

El Parque Oblatos fue testigo de anécdotas entrañables: en 1935, durante un Clásico Tapatío, el portero Fausto Prieto detuvo tres penales seguidos bajo una lluvia torrencial, y los aficionados invadieron el campo para cargarlo en hombros.

Aunque el estadio carecía de iluminación -los partidos nocturnos se jugaban con faroles de aceite-, su ambiente era eléctrico. Los cronistas de la época lo describían como «un hervidero de sarapes y sombreros que gritaban al unísono».






La Casa Club: El Corazón Social del Rebaño

Más allá de los campos, el Guadalajara contó con una casa club en la calle Vallarta, cerca del Parque Revolución. Este edificio, donado por la familia Orozco en 1908, funcionó como sede administrativa y punto de reunión social. En sus salones, decorados con fotografías de los primeros campeonatos, los jugadores compartían pozole y cerveza después de los entrenamientos. La casa también albergó las primeras canchas de básquetbol y béisbol del club, deportes que luego se abandonaron para enfocarse en el fútbol.

Durante la Revolución, la casa club sirvió como refugio para jugadores y aficionados. Según relatos, en 1914, cuando las tropas de Pancho Villa avanzaban hacia Guadalajara, los directivos escondieron los trofeos y documentación bajo las tablas del piso para protegerlos de los saqueos.




Donde Nació el Mito del Rebaño Sagrado

La infraestructura amateur del Guadalajara fue rudimentaria, pero cargada de simbolismo. Cada campo representaba una batalla superada: desde los baldíos revolucionarios hasta el Parque Oblatos, donde se sembró la semilla del Campeonísimo. Estos escenarios no solo albergaron goles, sino también historias de comunidad y resistencia.

Hoy, cuando un aficionado visita la esquina de Vallarta y López Cotilla -donde estuvo el Campo de las Bases Chicas-, puede imaginar a los Orozco corriendo tras un balón de cuero. 

Sin duda la historia de Chivas se ha forjado por su gente, su afición y por supuesto los campos donde he tenido la oportunidad de poner "sus casas".



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